domingo, 2 de mayo de 2010

DOMINGO EN GABÓN O LA LUCHA CONTRA EL ABURRIMIENTO


En estos días en que nos da por pensar, por analizar, por comparar, al menos, si nuestra mente se encuentra activa es un bálsamo contra el aburrimiento, la desidia, la inapetencia de cualquier alternativa, si es que la tienes.
Suele ser un domingo cuando esto me ocurre. Cuando echas de menos occidente, cuando echas de menos el desarrollo del sector del ocio, cuando tienes envidia de los que nunca se aburren y que sienten envidia de los que se aburren. En mi caso es el cine lo que echo en falta un domingo (y las compras un sábado, pero hoy estamos hablando de los domingos). Porque no es lo mismo una película solitaria en un ordenador de 16 pulgadas.
Si repaso los domingos que he estado en Gabón, mis ocupaciones han sido varias: las más afortunadas creo que estaba de viaje, puede que hayan sido unos 6 domingos; un par de veces domingo playero (dos en la Pointe Sainte Denis, una en el Cap, otra en Santa Clara); unas cuantas (prefierno no acordarme de las veces) reponiéndome de una noche anterior (me ahorro detalles), con una mínima actividad dominguera; un batido en una cafetería, una comida con amigos expatriados, una comida o cena con pizzas, con o sin fútbol; otras tres veces comidas en casa de amigos gaboneses; algunas veces deporte vespertino.
El aburrimiento puede llegar de una manera repentina, sin avisar. Lo más normal es que sea pasajero y con una propuesta de actividad, con una llamada, se cure la enfermedad, el pequeño sarampión... Puede ir más allá y crear una crisis momentánea de identidad. Te pones a pensar qué haces en Gabón, por qué llevas esta vida, no sería más feliz en mi casa, si voy a parar alguna vez de buscar, o voy a acabar sabiendo qué busco. E incluso acabas dando la razón a los que no entienden que por qué estás aquí y por qué te gusta. A esos sigo sin tener respuesta, cada vez me lo preguntan menos o cada vez me entienden menos. O tal vez he huido del aburrimiento yo también; de la rutina; del miedo a la rutina; o de no saber encontrar el encanto a la rutina.
Otro remedio para no aburrirse es salir a la calle, aunque haga más de 30 grados, un sol abrasador y no sé cuanto de humedad, salir a ver si ha cambiado algo. Domingo, festivo, postfestivo, y principio de mes. La gente acaba de ganar su sueldo. Seguramente les queda algo después del primero de mayo. A estas horas y con estas condiciones climáticas, como buenos africanos, se descansa inteligentemente. Aún así, los primeros chicos empiezan a colocarse en cualquier rincón de hierba cortada, en cunetas de la calle, al lado del ministerio de..., en medio de una rotonda para jugar a fútbol. Ya casi una multitud se encuentra en la playa, en el Tropicana, para más señas, el punto más in del domingo, popular y africano para los que ya se atreven con lo de que la playa no es cosa sólo de blancos. Es el lugar chaud del domingo, hasta ya entrado el aterdecer, cuando vuelven a sus barrios, descongestionando poco a poco le Bord de Mer a esa altura. De vuelta a casa, con el fresco de la noche, los mercados retoman su vida, la circulación se desordena como tendencia natural, los bares suben el sonido de la música, las rondas de cerveza se suceden, los hombres se congregan alrededor de las pantallas para el ver el partido de la liga española o inglesa. Los costureros retoman sus labores, los barberos atienden sus clientes, las peluqueras se ocupan de sus mechas y trenzas. Los paseantes podrán vislumbrar un personaje aunque bastante corriente, nunca familiar, una blanca y según el humor, podrán apelarme a gusto del consumidor.

Conclusión

Hoy me siento como un Beigbeder de pacotilla. Pienso que el aburrimiento es la enfermedad de nuestro siglo, nuestra meta no es la dignidad, el dinero, la felicidad, el amor, sino una constante lucha contra el aburrimiento. Podemos mencionar todo lo que nos diferencia entre unos otros, diagmos hoy, blancos y negros, nuestra guerra no es la del desarrollo, el dinero o la felicidad. Lo que nos diferencia y nos distancia es que nosotros tenemos pánico del tedio y ellos no.